Sé honesto. Y no juegues conmigo. Nunca más

Tienes derecho a que te respondan ese mensaje. Tienes derecho a que te hablen clarito. Tienes derecho a que no te mareen. A que no se busquen excusas.

La voz de Roy Galán es un podcast del escritor Roy Galán para la revista Mentesana. Escúchalo y compártelo.

Parece que nuestros actos no tienen consecuencias.
Que podemos tratar sumamente mal a las personas.
Hacer como si nunca hubieran existido y nunca hubiéramos interactuado con ellas.

Borrarlas con total frialdad.
Con total impunidad.
Porque nos han deslegitimado para reclamar, para quejarnos o para demandar algo.

No tienes derecho a pedirme nada porque no somos nada.
Esa es la proclama.
Dejarte claro desde el principio que no puedes pedir porque no hay.
Pero claro que hay.

Hay tiempo compartido.
Hay intimidad.
Hay expectativas inevitables.
Hay cierta clase de esperanza.

¿Cómo podemos los seres humanos relacionarnos afectivamente sin esperar algo?
Es imposible.

Porque cuando algo te gusta, cuando algo te altera la normalidad, cuando algo te hace sentir la alegría y el deseo.
Cuando algo te hace sentir viva.
Tú, esperas.
Esperas recibir, como mínimo, lo que entregas y das.

Y no es que tú te montes una película.
Que imagines cosas.
Que proyectes demasiado, no.

Tú tienes derecho a la fabulación.
Tienes derecho a la fantasía y a que te traten con afecto.
Sea durante dos minutos o cien años.

Tienes derecho a que te respondan ese mensaje.
Tienes derecho a que te hablen clarito.
Tienes derecho a que no te mareen.
A que no se busquen excusas.
A que la gente sea valiente y se enfrente a esa consecuencia que todos los actos tienen.

Así que si sabes cómo se llamaba mi perro.
Si hemos gemido juntos.
Si me has enredado en tus sueños.
Me debes una explicación.

Me debes que nos sentemos y mirándome a la cara me digas que ya está.
Me debes algo porque esto era algo.
Siempre lo es.

Porque lo que no puede ser es que hagas como si nada.
Y que parezca que yo me lo he inventado todo.
Y a por otra, ¿no?

Como si las personas viviéramos en un juego de mesa.
En el que me como una ficha y la mando a casa y cuento veinte para comerme otra.
Las personas no somos fichas.

Las personas somos seres humanos.
No cosas.
Y a los seres humanos con los que interactúas se les debe siempre un respeto.

Ese respeto pasa por el camino de la honestidad.
Sé honesto.
Y no juegues conmigo.
Nunca más.

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